Los bancos centrales creían que estaban comprando tiempo para que los países, las empresas y los hogares hicieran sus deberes y se sanearan para dejar atrás la crisis. Y, posiblemente, con sus históricas actuaciones evitaron algo (aún) peor. Pero siempre hay matices en forma de efectos secundarios. Y ahora el mundo carga con más deuda que nunca.
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