El domingo pasado me hicieron saber que me habían pillado paseando al perro lejos de casa, contraviniendo las normas que decretan que sólo se puede sacar el animal de compañía cerca del propio domicilio. Afortunadamente tenía una buena coartada para escaparme de la condena inquisitorial: ni siquiera tengo perro. (traducción en comentario 1)
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