El putero tiene una empatía muy baja en comparación con otros hombres. De los pocos que he entrevistado y dijeron “fui a una mujer en prostitución y no lo pude volver a hacer después”. En esos casos queremos oír su historia: ¿qué les hizo parar? Y dos de ellos me dijeron: “porque la miré a los ojos y vi el dolor del abuso en su mirada”. No habían puesto esa barrera con ellas, tenían cierta empatía. Hasta el punto de que podían leer su dolor y humanizarla. Porque en el momento en el que la conviertes en un ser humano: ¡no puede hacerle eso!
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