Asisto, perplejo, a la publicación de distintas noticias que inciden sobre una misma cuestión: la difícil relación de nuestro legislador con las tecnologías de la información. Parece que, más que un poder legislativo de dos velocidades, nuestras cámaras parlamentarias tuvieran un cambio de marchas secuencial con levas en el volante, digno de un bólido de Fórmula 1. Lo digo por la forma de cambiar brutalmente de ritmo, según una norma en proyecto afecte a unas cuestiones u otras, pero siempre dentro del mismo ámbito.
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