Habría sido el crimen perfecto. Pero dos errores delataron la identidad de los atacantes de la embajada de Corea del Norte en Madrid el 22 de febrero: en primera instancia, el comando no contempló un segundo circuito de cámaras de seguridad instalado en el chalet; en segundo lugar, al entrar a la vivienda lo primero que el grupo registró fue la planta baja, lo cual le permitió a una rehén, que se encontraba en la primera planta, fugarse y pedir ayuda.
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