Sucedió en 1981, los negociadores de la policía llevaban horas intentando en vano convencer al hombre para que no saltara. Informado de la situación que se vivía apenas a unas manzanas de su domicilio, Ali tardó cuatro minutos en presentarse en el lugar montado en su Rolls Royce, se bajó del coche, atravesó la calle sin hacer caso a la multitud que se agolpaba y que animaba al joven a que saltara, y entró en el edificio. 20 minutos más tarde, Alí y el suicida, se montaban en el Rolls Royce dirección a la comisaría más cercana.
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