Desde hace unos días varios establecimientos decidieron, siguiendo “recomendaciones” de la Defensoría del Pueblo, vender los productos regulados por el terminal de la cédula. A ese día yo lo he denominado el “día de la humillación”. A los venezolanos se les acabó la libertad de comprar sus víveres cuando les dé la gana. Ahora, en una especie de profundización de los controles, pero esta vez con el apoyo de algunas empresas privadas, usted solo tiene un día a la semana (dos si decide sacrificar su fin de semana de descanso) para comprar.
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