Turquía le había advertido: sería detenido en cuanto pisara el país por sus ataques al gobierno. En cuanto ha llegado a Estambul, una multitud ha ido a por él y lo ha linchado. Ni un solo agresor ha sido detenido. A duras penas, Ṣansal logra zafarse y refugiarse en un coche; el de la Policía, que tenía orden de detenerle. Su crimen: haberse atrevido a felicitar el año, desde Chipre, criticando la creciente radicalización del Gobierno y sociedad turcos:
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