Trasportaba a sus trabajadores en una furgoneta sin asientos y hacinados en la parte trasera junto a la mercancía. Trabajaban 12 horas al día y su salario dependía de la situación legal en la que estuvieran en el país. Un salario que percibían de manera quincenal y rondaba los 150 euros, siempre y cuando cumplieran con los objetivos que había marcado el explotador. Era habitual sufrir cortes con cuchillos y, según la gravedad de la herida, o se la vendaba y continuaba su jornada laboral o se marchaba a casa sin percibir salario alguno.
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