La torre de casi 1.400 pies en 432 Park Avenue, brevemente el edificio residencial más alto del mundo, fue el pináculo del boom de los condominios de lujo en Nueva York hace media década, impulsado en gran parte por compradores extranjeros que buscaban discreción y grandes ganancias. Seis años después, los residentes de la torre exclusiva ahora están en litigios con los constructores y entre ellos, dejando en claro que incluso los precios multimillonarios no garantizan una vida sin problemas.
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