La práctica de retribuir a sus propietarios es habitual en la filial. Sin embargo, ahora, a diferencia de lo que ocurría hace unos años, se trata de un accionista prácticamente 'unipersonal'. Las familias catalanas que integraron los inicios del negocio (Carasso, Portabella, Fuster y Botton) han ido abandonando el capital, dejándolo en manos de la multinacional francesa. Hace cuatro año, estas cuatro sagas controlaban el 42% de la sociedad. Hoy sólo rozan el 1,5%, tras ir vendiendo títulos en operaciones valoradas en 1.700 millones de euros.
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