A excepción de Amsterdan, la mayor parte de las ciudades europeas se resiste a tomar medidas. Estas embarcaciones, a pesar de ser inferiores en número al de las flotas de coches que circulan por las urbes, tienen más impactos en la atmósfera en determinados contaminantes como el óxido de azufre (SOx), cuyos límites legales en Europa son menos restrictivos que los de los automóviles.
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