Bielorrusia está viviendo la mayor movilización popular desde que el país alcanzó la independencia de la URSS. Su presidente, Aleksandr Lukashenko, que lleva en el cargo desde entonces -26 años largos-, mantenía hasta hace poco un importante apoyo de los que lo veían aún como el hombre firme que el país necesitaba. Ya no más. Esa confianza masiva ha ido diluyendo, dando paso a un desencanto tornado en rabia y en desafío popular.
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