El millar de familias que ha perdido sus viviendas en la erupción de La Palma mira con preocupación la dificultad para crear mecanismos con los que responder de forma ágil a unos problemas que crecen a medida que las coladas devoran fincas y viviendas. «Algunos aparte del desarraigo del municipio en el que residían, viven en pisos prestados, en garajes, en los almacenes de fincas o en cuartos de aperos con apenas luz y agua, circunstancias poco dignas, y no hay forma de hacer nada», explica Juan González, portavoz de la Plataforma de Afectados
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