¿Una jugada de propaganda negra para añadirle una pincelada de crueldad al Estado Islámico? ¿O una ocurrencia real de una guerrilla que se hace llamar islámica pero que está compuesta en gran parte por mercenarios sin nada que perder y europeos postadolescentes que en sus guetos de Berlín, París o Londres sueñan con el “islam”, del que saben más o menos tanto como yo de fútbol? Sabemos que las filas de esta milicia se nutren de extranjeros que creen ver la luz divina en el fuego de un mortero, sin conocer nada del país en el que combaten.
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