Repletos de ordenadores, maquinaria y sistemas de iluminación que funcionan sin pausa, los hospitales consumen el doble de energía que un edificio comercial medio. Los gases empleados en las anestesias, así como los inhaladores, tienen un potente efecto invernadero. La contribución del óxido nitroso al calentamiento global, por ejemplo, es 300 veces mayor que la del dióxido de carbono. Y después están los desperdicios, ya que una parte importante del material hospitalario solo puede utilizarse una vez.
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