Está claro que Baga no es París. Ni es la capital de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU ni tiene una maquinaria diplomática capaz de movilizar a más de cuarenta gobernantes para escenificar el rechazo al terrorismo, ni tiene la glamurosa imagen de una urbe mundialmente admirada. Es solo una pequeña ciudad nigeriana sometida a una sistemática violencia yihadista y aunque en una semana han contabilizado 2000 muertos por 17 en Francia ni ha recibido una mínima atención, ni solidaridad ni mucho menos ayuda contra el terror.
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