Quizá fue este martes, cuando Aznar le puso la mano en la mejilla o cuando le palmeó la espalda con condescendencia. En ese instante lo poseyó, cual Yoda que anima a su pupilo a desenfundar la espada láser. Lo cierto es que las cuatro horas del regreso de Aznar en el Congreso han insuflado este miércoles a Pablo Casado la seguridad que necesitaba para transmutarse en el Aznar 3.0. La discusión en el PP gira en torno a cómo y hasta dónde debe ser duro Pablo Casado.
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