Perdía a Jo, mi querida esposa y compañera del alma. No tengo amigos ni familia. Nadie a quien hablar. El interminable silencio de las 24 horas del día se me hacen una tortura insufrible. ¿No hay alguien que pueda ayudarme? Tras el fallecimiento de su esposa, un pensionista británico de 75 años hizo una emotiva llamada para encontrar amistad. Sin hijos ni familia se encontró aquejado de una gran soledad. La respuesta solidaria ha sido enorme y el caso pone de relieve una vez más el problema de la soledad en la tercera edad.
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