En 2006, Ana y su marido Jaime (nombres ficticios) contrataron una hipoteca multidivisa con Bankinter. Pensaban que era una inversión inteligente y, sobre todo, segura. Con el estallido de la crisis económica, las cuotas de su préstamo, considerado “complejo” por el Banco de España, comenzaron a subir vertiginosamente. En este tipo de hipotecas se utilizaban, en lugar del euro, monedas con tipos de interés muy bajo, normalmente el yen o el franco suizo.
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