Superan el siglo y medio
de largo
entre los dos,
y aunque ellos
nunca lo sabrán,
yo suelo venir a esta cafetería,
principalmente por verlos.
Suelen estar en silencio,
mirando lo que pasa en la calle.
Ofrecen serenidad,
y a su manera,
esperanza.
De algunos días,
son lo único
que podría salvarse.
Karmelo C. Iribarren