Lucía el sol,
el aire estaba limpio,
había descansado
diez horas de un tirón,
el camarero me miró
como si fuese otra persona,
el café no me sentó
como un tiro...
Pero, ¿qué estaba pasando?
Miré al fondo,
unos tipos,
a punto de ser estrangulados
por sus corbatas,
de esos que mueven "kilos"
chasqueando los dedos,
con su sola presencia
se encargaron de poner
las cosas en su sitio.
Karmelo C. Iribarren