Dicen que las cosas
no hablan,
pero el armario cruje,
el cuchillo te corta,
el grifo gotea
y el cepillo de dientes
puede hacerte sangrar.
No hablemos de las llaves
que se pierden,
del paraguas que se olvida
o de la cartera que te roban.
Quién nos dice que no lo deseaban
desde hace tiempo,
en vista de nuestra forma de tratarlas.
Las cosas están ahí para servirnos,
y son felices haciéndolo.
Pero también nos observan.
Algunas seguirán aquí
cuando no estemos,
y hablarán de nosotros.
Karmelo C. Iribarren