La belleza de la palabra

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Karmelo C. Iribarren: sonríe, es la tristeza

Karmelo C. Iribarren: sonríe, es la tristeza

Allí está la calle: húmeda y ansiosa, con el vértigo de octubre acechando. Pasea por el mercado y es domingo. Puestos en los que la vida se oxida por costumbre. El hombre de negro consulta algunos libros de un papel que es casi espuma, como el mar que está en el aire. Celaya dice en este: «Sólo estás. Estoy contigo. Yo, a tu lado, Tú conmigo». Sonríe levemente.
Lo imaginas casi siempre de espaldas, como en un yéndose constante. La perilla acierta el momento; el pelo en obertura de revuelta. Te mira como desde detrás de un velo de brasas. Y así también contempla el mundo: en un tiempo atroz que capitula; en el silencio incómodo tras una pelea en el coche; en el momento de mirar el cuerpo del otro cuando el furor del sexo ya ha pasado y se definen las siluetas.
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Thomas Ligotti. Perdiendo Clientes

Thomas Ligotti es conocido por los aficionados a la literatura de terror sobre todo por sus narraciones, pero también ha cultivado la poesía.
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Ángel Crespo y la salvación por la palabra poética

En el mes de junio de 1966 –es decir, casi exactamente un año antes de que comenzase el autoexilio de Ángel Crespo y cuando éste llevaba veinte participando de una manera muy activa en la vida literaria española cuyo negro aislamiento de la posguerra había contribuido a oxigenar no solamente con su poesía sino también con su crítica de arte y literatura, sus traducciones y las revistas que había dirigido o codirigido. Los años 60 habían sido los de la lucha por el realismo en que se embarcó una buena parte de los poetas españoles que se contaban entre los opositores a la dictadura franquista y Ángel había participado de una manera a la vez intensa y peculiar en esta batalla.

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