Entre su flirteo con la OTAN, la reconversión industrial, la bodeguilla, los Roldanes y los GAL, su público se iba desencantando poco a poco, convencido de que le habían colado a un socialista de plástico. Ni las traiciones ideológicas ni los pelotazos con gomina ni los hermanísimos de Alfonso Guerra: nada explica mejor el fiasco del PSOE que la boda del ministro de Economía, Miguel Boyer, con Isabel Preysler. El PP no era más que la continuación del PSOE por otros medios, a veces exactamente por los mismos medios.