Su reinado fue fugaz, atribulado y polémico, pero Sancho I de León bien merece pasar a los libros de la historia patria. Y lo merece por dos razones de peso. La primera es que si en 958 lo descabalgaron del trono no fue por un juego de conjuras palaciegas y disputas entre nobles. El desencadenante fue su desorbitada panza, una barriga que le valió el apodo de 'el Gordo' e hizo dudar a sus súbditos de si era la persona más idónea. La segunda es que puede presumir de haber completado la tal vez más exitosa (y temprana) "dieta milagro" de España.
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