Tony Soprano entra por primera vez en su vida en la consulta de una psicóloga. Con su acento italoamericano, niega haber sufrido ataques de pánico. Se le cambia la cara al narrar que a la piscina de su mansión acuden patos (y de paso presenta a su familia) y, cuando la psicóloga pregunta a qué se dedica, afirma que a la gestión de residuos. Ya está. Ya lo ha dicho todo. Un mafioso estresado que rompe la omertà; una de las mejores series imaginables.
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