La isla griega de Hidra fue un paraíso. O eso cuenta la leyenda. Desde finales de los años cincuenta del pasado siglo y a lo largo de los contraculturales años sesenta, allí se instaló una colonia internacional de bohemios con ansias de libertad, que exploraron la sexualidad desinhibida, las drogas y la creatividad artística. La figura de más relumbrón de entre los que pasaron por allí en aquel entonces fue el cantautor canadiense Leonard Cohen.
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