“Desde el momento en el que el bebé es capaz de percibir sonidos y colores, aunque sólo vea sombras, se le puede ya iniciar en este videojuego para que no aparte la mirada de la pantalla hasta que haya pasado su infancia”, asegura uno de los programadores del Crazy Balloons. “Los niños ejercitan sus reflejos y aprenden a distinguir los globos buenos de los malos que no hay que explotar, y con esto adquieren un criterio fundamental para moverse por la vida cuando son adultos”, argumenta.
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