Santi Camacho me asusta, sí. No el mismo susto que me produce encontrarme a Freddy Krueger al volver una esquina o el escuchar a Cristóbal Montoro anunciando un nuevo impuesto (aunque hay que perdonárselo porque es lo único que sabe, el pobre. Bueno, eso y decretar amnistías fiscales a los defraudadores). Pero, volviendo a Santi Camacho, me asusta con efectos retardados. Porque Santi Camacho lo veo como una persona amable, tranquila, entrañable, educada mientras que lo escuchas o lo lees y que luego, cuando desaparece y te quedas pensando en lo que ha dicho o escrito, se te empieza a erizar el vello.