Llegó a pesar 165 kilos gracias a salvajes entrenamientos y una dieta de 16.000 calorías diarias que incluía enormes cantidades de carne roja. Esa ingesta desproporcionada puede provocar un fallo renal o hepático, ya que el hígado y el riñón son incapaces de metabolizar tal cantidad de carne. Otro factor es el uso de esteroides y otras sustancias, una práctica que el propio Illia Golem reconocía. Se inyectaba cada día 50 unidades de insulina para poder comer más y synthol para hacer que el volumen de sus músculos creciera artificialmente.
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