En la playa, en el campo, frente al espejo… quien no se haya hecho un selfie en su vida, que tire la primera piedra. ¿Acaso no es curioso cómo los seres humanos, de los mil usos que podríamos haberle dado a una cámara, priorizamos el de hacernos fotos a nosotros mismos? Ya nos advertían los antiguos griegos con el mito de Narciso del peligro de quedarnos atrapados en nuestro propio reflejo. Pero, ¿de dónde viene esta obsesión con nosotros mismos? La respuesta está en nuestro cerebro, la atención y sus efectos especiales.