Cuando hablamos de electricidad, o de gas, o de agua corriente, nos referimos a subsistencia, a higiene, a alimentación y al mínimo confort que un cuerpo humano necesita. Y una gráfica de consumos, de pérdidas o ganancias, de idoneidad de unas fuentes de energía sobre otras, o de presupuestos y balances no podrá jamás dar una explicación al problema de la pobreza energética.