Entre los extraños comportamientos que inducen los parásitos en sus huéspedes figura el de "protectores". Tal es el caso de las moscas conópidas, unos endoparásitos de los abejorros que hacen que sus huéspedes se entierren vivos para que la pupa de la mosca pueda pasar el invierno protegida, o el de la avispa Glyptapanteles, que convierte a su huésped, la oruga de la polilla Thyrinteina leucocerae, en un "guardaespaldas" de sus capullos.