Los ciudadanos del mundo viven esquematizados, absorbidos por sus creencias. Y cada colectividad religiosa, abstraída en la timorata ceguera de la devoción, se afana en engrandecer su culto, hacer más sublime y excelso su credo, en la seguridad de que su religión es la buena, la auténtica; y su dios, el único y verdadero. Las religiones en general son continuamente motivo de conflictos y Dios una proyección de los miedos y esperanzas del hombre, una excusa para defender los privilegios de unas clases sobre otras, de unos pueblos sobre otros...