Un día te miras al espejo y aunque no lo hayas notado, sabes que ya no eres la misma de hace un par de años. Esa inseguridad de la adolescencia ha desaparecido y ya tienes tu personalidad, tus opiniones, tu estilo y tus gustos forjados. Ríes con más ganas y te das cuenta de que el 80% de los problemas son tonterías. El círculo de amigos se ha reducido en número pero aumentado en calidad, y cada vez entiendes más la serie Friends. Aprendemos a valorar los “planes de día”, y el gusanillo de conocer mundo está a flor de piel...