Da la sensación a veces de que al feminismo le pasa como a la izquierda: cada voz, cada postura, se escudriña buscando sus flecos, sus puntos débiles, sus descosidos, sus pequeñas incoherencias. Como si el objetivo común y principal, la igualdad real entre géneros, se quedase empantanado por una continua riña de gatos. Se critica un anuncio combativo porque la persona que lo hace ha sucumbido en algún momento a las leyes del heteropatriarcado igual que se acusa al comunista de gastarse más de seis euros en un menú del día. Traidores.