De haber nacido hombre, la inglesa Gertrude Bell (1868-1926) sería otro Lawrence de Arabia. A esta hija de una acaudalada familia aristocrática victoriana le tocó un mundo que había reservado para ella un papel subalterno y contra el que se rebeló desde niña. Le permitieron estudiar, primero en el Queen's College de Londres y luego en Oxford, donde se licenció con las máximas calificaciones. Oxford no vetaba a las mujeres, pero sí las segregaba. Había profesores que las obligaban a ella y a otras compañeras a sentarse en las últimas filas.