El fracaso cotiza al alza. Desde los espacios de producción simbólica más autorizados nos bombardean cotidianamente diciendo que fracasar es algo bueno y que constituye una oportunidad, ya que de ahí surgen lecciones de vida que no obtendríamos de otro modo. Lo más peligroso de este discurso es que con el
happy failure (fracaso feliz) se invisibilizan las razones del fracaso de los verdaderos perdedores de la sociedad, de los colectivos estigmatizados que no pueden permitirse la retórica del
#fracasamejor.