Durante el siglo XVI, los corsarios berberiscos establecidos en Argel sembraron el terror en las costas españolas, donde capturaron decenas de miles de personas que vendían como esclavos y que liberaban a cambio de exorbitantes sumas de dinero. En el siglo XVIII se produjo una rápida decadencia de la piratería berberisca. Apartada España de la primera fila del tablero mundial, los argelinos resultaron bastante molestos para todos. Pero resistieron mal que bien todavía durante décadas, hasta que Francia decidió ocupar el país en 1830.