Cuando éramos niños, no había nada que nos pusiera más contentos que cuando nuestra madre nos daba los cinco duros que le habían sobrado de la compra para que los gastásemos en chuches. Bueno, si que había algo mejor: cuando nuestro abuelo nos daba 100 pesetas los fines de semana, ¡100 pesetas! Toda una fortuna, pero eso ya eran palabras mayores… Tal y como en su día ya se comentó, con esas 25 pesetas un crío podía hacer decenas de combinaciones para elaborar un hiperglucémico y supercalórico menú: caramelos, nubes, regalices, chiches y un...