A los vascos nos llevó 1.400 años inventar el caserío. Concebir y diseñar una vivienda rural tan perfecta y eficiente es un mérito que otros pueblos vecinos nunca han logrado, ni siquiera los cantábricos que comparten nuestro mismo clima, vegetación y ganadería. La «singularidad o genialidad vasca» estriba en haber logrado «sintetizar en un único edificio, colosal, de hasta mil metros cuadrados distribuidos en dos y tres plantas, todas las funciones esenciales: lagar, vivienda, cuadra, granero y pajar».