España no es racista, así reza la consigna. Los españoles se despiertan negando la evidencia. Sin embargo, sus manifestaciones, en un campo de futbol, indican lo contrario y levantan un sentimiento encontrado entre la vergüenza y el desconcierto. Para calmar la mala conciencia, se reconocen actitudes racistas en grupos minoritarios, dirán, que no representan a la mayoría que acude a los estadios. Así, la España impoluta de racismo estructural, organiza un paripé al futbolista objeto de los cánticos racistas.