Todos hemos sido educados, desde niños, en muchos miedos y terrores. Uno de ellos es el miedo que nos inculcan a lobos feroces, fieras salvajes, bestias aladas, monstruos marinos, según ese repugnante ideario antropocéntrico que vierte sobre las especies animales todo lo inmundo y detestable de la propia especie humana; con ese engranaje psicológico, muy propio de narcisistas y personalidades similares, que proyectan en el otro las miserias propias, incapaces de percibirlas ni asumirlas en sí mismos; coloquialmente la famosa “ley del espejo”.