Siempre, de toda la vida de dios, ha habido quien se dedica a epatar enseñando el culo. Qué le vamos a hacer, carecen de mayores herramientas. La ventaja que ofrecen dichos sujetos, sujetas, es que, a la tercera, ese culo se ha quedado triste, está ya muy visto y la charlotada resulta aburrida, grotesca, incluso entre el público más entregado. O sea, que no dura. Enseñar el culo es un recurso que vale para la primera vez. Lo sabe hasta el payaso tonto.