Lo puso Heinrich Himmler, el líder de las SS, en un castillo alemán al que planeaba convertir en el «centro del mundo«. Lo adoptaron, años más tarde, sectas neonazis ocultistas. Apareció, y va a seguir apareciendo, en el batallón Azov, una organización paramilitar ucraniana que hoy se dedica a luchar contra el ejército ruso en el este de Europa. Y lo tenía tatuado en el codo Fernando Sabag Montiel, el hombre que intentó asesinar a Cristina Kirchner.