En 1974, Kim Il-sung, como todo dictador, decide prácticamente de todo lo que ocurre en su país. Y eso incluye la importación de vehículos. Necesita motorizar a una parte de sus subalternes del partido, pero tampoco les va a dar a todos un Mercedes Clase S, esos se los queda para él y sus más cercanos colaboradores. No, para el resto del partido piensa en algo igual de robusto, pero más asequible. El Volvo 144 GL parece ser el coche perfecto para ello. No por sus cualidades intrínsecas, sino porque se aprovechó de su avaricia e ingenuidad.