Practicar sexo oral a un chico no es un secreto inconfesable. Así que, pasándome por el coño cualquier tipo de comentario rancio que pueda señalarme como “guarra” o “puta”, admito lo siguiente: me gusta comer pollas. Lo digo con naturalidad porque hablar de sexo abiertamente, lejos de ser un tabú, denota una vida sexual consciente, sana, autónoma y placentera. Aquí follamos todos. O al menos, cuando se puede.