Su teatralidad durante el congreso madrileño queriendo salvarse ante la que se le venía encima, manteniéndose equidistante de las dos candidaturas, de nada le ha servido. Él, ya estaba instalado en la desesperación cuando barruntaba que el secretario general, de nuevo, dejaría entrever las suciedades de su partido sin ningún rubor. Y, lamentablemente para su suerte, estaba en lo cierto. Las órdenes a Sara Hernández han sido claras y despiadadas. El ensañamiento ha sido patente. Después de haberle dejado vivir durante setenta días entre el miedo