... Había sufrido una crisis, un colapso absurdo después de una semana de insomnio. De repente, en mitad del Mercadona, no sabía comprar tomates. Agarraba los frutos, procuraba prestarles atención, pero varias ideas me baleaban la cabeza: yo corriendo, huyendo, yo pidiendo ayuda, yo con la mandíbula descolgada en una cama de hospital, y los ojos de mi gente mirándome con una lástima hecha de tristeza, miedo al contagio e incomodidad.